Érase una vez un silencio incómodo. Se hizo presente en medio de una conversación a la que nadie le había invitado.
Quienes conversaban se sintieron incómodos con su presencia y el silencio incómodo se sintió fuera de su zona de confort, porque se sabía intruso.
Por fin, uno de los interlocutores sonrió resignado y abrió la boca para romper el silencio. El silencio incómodo salió de ahí feliz, realmente él prefería la soledad a estar presente en donde nadie le había llamado.
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