Bebió de esos versos con la ansiedad del sediento; se vistió de de la calidez de sus palabras, recitó aquellas letras como un mantra, como una oración.
Al amanecer sintió la luz del sol recorrer su piel y escuchó el canto de las olas como quien descubre un mundo nuevo.
La encontró a la orilla del mar. Y él, nómada del desierto que se había encontrado en sus letras, se perdió en su mirada.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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